Adiós al “hooligan de la moda”

Ayer por la tarde recibíamos una de las peores noticias en el mundo de la moda desde la muerte de Gianni Versace en 1997, la muerte de “l’enfant terrible” de la moda británica, el gran Alexander McQueen.

Lee McQueen, su verdadero nombre, siempre tuvo claro a lo que quería dedicarse, el mundo de la moda. Fue una de esas personas que nacen con un don en los genes, con las ideas claras y ya desde pequeño diseñaba vestidos para sus tres hermanas.

Estudió en la prestigiosa St. Martins College of Art & Design de Londres donde su colección de graduación ya atrajo los focos de todo el quién es quién en la moda londinense y su talento no pasó desapercibido para los sastres Anderson & Sheppard de la tradicional calle Savile Row que le ofrecieron incorporarse a la firma.

Considerado por muchos como una persona polémica, nadie puede negar que fue un diseñador que abrió su propio camino. Transgresor y rompedor marcó tendencias como pocos y que, poco a poco, personalidades destacadas del mundo de la moda empezaron a interesarse por sus diseños.

Su genialidad indiscutible, su dominio del patronaje, su maestría en el corte y sus excéntricos diseños lo llevaron a ganar en 1996, 1997, 2001 y en 2003 el BFA (British Fashion Awards) al mejor diseñador del año.

Deslumbraba a cualquiera con sus colecciones poéticas y a la vez siniestras, sus cortes marcados, hombros anchos y cinturas con corsés donde su introvertida personalidad encontraba la vía de escape para expresarse. Sus desfiles destacaban por una puesta en escena impresionante y espectacular sólo a la altura de pocos. Solía decirse que había que observar sus colecciones para entrar en su cabeza donde claramente se proyectaban en sus diseños sus obsesiones y pasiones, sus neurosis y sus miedos.

Su escalada hacia la cima fue por méritos propios. Se convirtió en el protegido y mejor amigo de la célebre editora de moda británica Isabella Blow, quien tuvo casualmente una muerte muy parecida hace tres años pocos días antes de la semana de la moda londinense. Excéntrica editora e icono de estilo fue determinante en la carrera de McQueen. Ella le instó a adoptar “Alexander” como nombre, apartando el “Lee” familiar y fue instrumental en el fichaje del diseñador por Givenchy en 1996 y en la compra de la marca de McQueen por parte del grupo Gucci.

Blow se suicidó en 2007 y en algunos círculos se acusó a McQueen de haber dejado de lado a su benefactora. Varios amigos del diseñador mencionaron ayer la muerte de Blow como algo que seguía obsesionándolo.

Al histriónico McQueen nunca le asustaron los focos. Los tabloides británicos sensacionalistas por vocación, le pusieron al apodo del “hooligan de la moda”. Él tras el escándalo por consumo de cocaína de Kate Moss, le declaró su apoyo en una camiseta y consiguió ser el diseñador favorito de iconos de la moda como Sarah Jessica Parker, Rihanna y Lady GaGa que vestían sus diseños pero también, las herederas de la aristocracia adictas a sus espectaculares vestidos de noche, eras fieles seguidoras suyas llegando incluso a ser Condecorado por la reina Isabel II en 2003 el título de Comandante de la Orden del Imperio Británico.

En menos de un mes, McQueen debería haber mostrado su colección para mujer en las pasarelas de París este próximo marzo y ayer mismo tenía pendiente una presentación de su segunda línea, McQ, en Nueva York pero ayer por la tarde a los 40 años falleció de manera inesperada. Las circunstancias son inciertas pero la prensa británica apunta a un posible suicidio provocado por la terrible perdida de su madre y su mejor amiga, Isabella que nunca pudo superar.

Desde aquí un sentido… hasta siempre Lee.

Texto: Marta Garcia y Taty Garay