Karl Lagerfeld dejó a entender en cierta ocasión que el espiritu de Lee Alexander McQueen era más proximo al de Damien Hirst, un artista empeñado en escandalizar al personal, que al de Hubert de Givenchy, de cuya casa de alta costura McQueen asumió la dirección en 1996. Esto resume el encanto de McQueen, diseñador con talento y emvergadura, que comprendió que en el teatro de la moda valía más provocar una reacción que aplausos corteses.

Con veinte años de experiencia a sus espaldas, y con el respaldo del grupo Gucci, McQueen creó una firma de lujo mundial con su propio nombre, abriendo su primera tienda propia en Nueva York (2002), a las que le siguieron las de Londres, Milán, Los Angeles…

Momentos como el holograma de Kate Moss en uno de sus desfiles, sus propuestas ultrafuturistas, sus zapatos armadillo, Bjork en el Fashion Rocks, Lady Gaga…

Una única calificación: GENIO.